Democracia participativa frente a demagogia partidista
Algunas voces sostienen que el número de firmas obtenidas por nuestra Plataforma es menor que el de los votos que consiguió el grupo municipal gobernante. De esta forma, nuestra reivindicación carecería de legitimidad, ya que el proyecto de construcción del nuevo acceso venía reflejado en el programa electoral.
Creemos que esa postura es extremadamente simplificadora y sólo puede ser defendida por quienes posean una concepción de la vida pública en exceso partidista.
Las elecciones, con todo su valor, no pueden ser el único referente de la participación democrática. Si así fuera, frente a un solo día de ejercicio democrático disfrutaríamos de la pasividad de los súbditos durante cuatro años.
Pero es que, además, el argumento de que el proyecto se legitimó en las urnas no es cierto: el programa del partido gobernante llevaba tan sólo una muy escueta línea que hablaba de recuperar el acceso natural. No había entonces ningún tipo de desarrollo de la idea y, recordamos, el proyecto técnico en el que se basa la obra se presentó un año y medio más tarde.
Así pues, creemos que en ningún caso puede aceptarse que la inclusión de una mera idea en el programa electoral deba amparar todas las posteriores actuaciones que la desarrollen por lo que, siendo legítimo el deseo municipal de construir un acceso por la vertiente meridional, igual de legítimo es nuestro frontal rechazo al proyecto finalmente presentado.
Por otra parte, en cuanto al demagógico y electorero asunto del número de votos confrontado con el número de firmas en apoyo de la Plataforma, realmente sorprende que, más allá de la formalidad legal, pueda equipararse su valor moral.
Frente a una votación electoral fomentada por las administraciones públicas, por los medios de comunicación de masas y por los grandes partidos con inmensas campañas de marketing, nosotros, sin ningún tipo de medios, hemos recogido firmas con nombres y apellidos, DNI y rúbrica. Cada una de las firmas da cuenta EXPRESAMENTE, de forma activa, de un rechazo personal al proyecto municipal. ¿Acaso los votantes acuden a los comicios con las muchas páginas del programa electoral bien leídas? ¿Es que todos los votantes del partido gobernante tienen la obligación de comulgar con la integridad de las docenas de puntos de ese programa? ¿Tiene la misma validez «real» un voto secreto que la declaración abierta de una opinión que, además, será presentada en un impreso ante la Administración, con todos los datos personales del que opina?
Entre nuestras 1535 firmantes conocemos a bastantes que, en su momento, votaron al partido gobernante en Sax. Y lo siguen apoyando en muchas de sus gestiones aunque no, lógicamente, en este desgraciado proyecto. No son «traidores» o infieles como desde la militancia mal entendida muchos pueden llegar a concebir. Son tan sólo vecinos con opiniones variadas antes los múltiples asuntos de su vida cotidiana.
En suma, no deberían olvidarse cuáles son los dos pilares de una auténtica democracia: por un lado la representación efectiva que suele canalizarse a través de elecciones; pero por otro está la «participación ciudadana», algo más difícil de realizar y convertida en una especie de asignatura si no pendiente sí «maría» por el escaso interés de muchos de los políticos de este país.
Creemos que esa postura es extremadamente simplificadora y sólo puede ser defendida por quienes posean una concepción de la vida pública en exceso partidista.
Las elecciones, con todo su valor, no pueden ser el único referente de la participación democrática. Si así fuera, frente a un solo día de ejercicio democrático disfrutaríamos de la pasividad de los súbditos durante cuatro años.
Pero es que, además, el argumento de que el proyecto se legitimó en las urnas no es cierto: el programa del partido gobernante llevaba tan sólo una muy escueta línea que hablaba de recuperar el acceso natural. No había entonces ningún tipo de desarrollo de la idea y, recordamos, el proyecto técnico en el que se basa la obra se presentó un año y medio más tarde.
Así pues, creemos que en ningún caso puede aceptarse que la inclusión de una mera idea en el programa electoral deba amparar todas las posteriores actuaciones que la desarrollen por lo que, siendo legítimo el deseo municipal de construir un acceso por la vertiente meridional, igual de legítimo es nuestro frontal rechazo al proyecto finalmente presentado.
Por otra parte, en cuanto al demagógico y electorero asunto del número de votos confrontado con el número de firmas en apoyo de la Plataforma, realmente sorprende que, más allá de la formalidad legal, pueda equipararse su valor moral.
Frente a una votación electoral fomentada por las administraciones públicas, por los medios de comunicación de masas y por los grandes partidos con inmensas campañas de marketing, nosotros, sin ningún tipo de medios, hemos recogido firmas con nombres y apellidos, DNI y rúbrica. Cada una de las firmas da cuenta EXPRESAMENTE, de forma activa, de un rechazo personal al proyecto municipal. ¿Acaso los votantes acuden a los comicios con las muchas páginas del programa electoral bien leídas? ¿Es que todos los votantes del partido gobernante tienen la obligación de comulgar con la integridad de las docenas de puntos de ese programa? ¿Tiene la misma validez «real» un voto secreto que la declaración abierta de una opinión que, además, será presentada en un impreso ante la Administración, con todos los datos personales del que opina?
Entre nuestras 1535 firmantes conocemos a bastantes que, en su momento, votaron al partido gobernante en Sax. Y lo siguen apoyando en muchas de sus gestiones aunque no, lógicamente, en este desgraciado proyecto. No son «traidores» o infieles como desde la militancia mal entendida muchos pueden llegar a concebir. Son tan sólo vecinos con opiniones variadas antes los múltiples asuntos de su vida cotidiana.
En suma, no deberían olvidarse cuáles son los dos pilares de una auténtica democracia: por un lado la representación efectiva que suele canalizarse a través de elecciones; pero por otro está la «participación ciudadana», algo más difícil de realizar y convertida en una especie de asignatura si no pendiente sí «maría» por el escaso interés de muchos de los políticos de este país.
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