Blogia
plataformacastillodesax

Los mitos no son Historia

Los mitos no son Historia

Una de las estrategias más obvias y empleadas en la comunicación de cualquier mensaje es la de repetirlo machaconamente, hasta que cale en la opinión pública. Cuanto más esquemático y sencillo sea, mejor.

Tal y como se hace en la publicidad comercial, el uso de eslóganes, sin más argumentación ni desarrollo, se ha impuesto en cualquier campaña supuestamente informativa; incluso en las que lanzan las administraciones y autoridades públicas. Basta echar un vistazo a la publicidad institucional en cualquier medio para darse cuenta de ello: no se trata de ofrecer información, sino tan sólo publicidad o propaganda.

 

El caso del nuevo acceso al castillo no ha sido una excepción, y en él nuestro Ayuntamiento ha desplegado desde el comienzo el argumento propagandístico de la “recuperación del acceso histórico” y de la “conservación del patrimonio histórico”. Y lo ha hecho siguiendo esas prácticas de la publicidad que no tienen necesidad de argumentar sólidamente su posición. Basta repetir el anuncio, y el público al que va dirigido terminará por asimilarlo.

 

Sin embargo, en un asunto cuya naturaleza es la preservación de un Bien de Interés Cultural de la magnitud de nuestro castillo medieval el empleo de esa propaganda se revela como algo inmoral si, como es el caso, lo que se quiere es disfrazar el hecho de que el objeto principal del nuevo acceso es, exclusivamente, el turístico.

 

Lo histórico, por tanto, se convierte en este caso en un mero pretexto. Una excusa que se fundamentó ridículamente en el proyecto original a partir de una especulación inconsistente. Y cuando el Ayuntamiento se ha visto presionado para que proporcione justificaciones históricas plausibles, científicas, no ha sido capaz de hacerlo porque la realidad es que se carece de todo antecedente histórico o arqueológico para legitimar sus escalinatas de la ladera sur.

 

Pero su mensaje publicitario parece que ya ha calado entre un sector de la población. Y con esa táctica, se cumple el hecho de que una mera suposición se está convirtiendo en la supuesta “verdad” de que el acceso original de la villa al castillo era por la “resbalaera”. Es decir, se está construyendo un mito.

¿Y en qué se basa esa mera suposición? Sencillamente, en que se trata del camino “más corto”. Así de simple.

 

Por supuesto, se ignora la falta de pruebas proporcionadas por el registro arqueológico; y también se ignora la naturaleza de nuestro castillo, que nació en época islámica y responde a una tipología bien estudiada —ahí están los trabajos de Azuar para demostrarlo— para esta zona del Vinalopó.

 

En efecto, no es posible olvidar que los castillos de estas tierras nacieron como unos recintos cercados en «peñas-refugio» que servían para cobijar a personas y, sobre todo, a los animales domésticos, que eran el bien más preciado para la supervivencia. Aquellos “castillos” se dotaron con unas torres que, más que baluartes defensivos, eran lugares de vigilancia y transmisión de señales, entre torre y torre —o sea, entre pueblo y pueblo—. En su interior había aljibes y depósitos con grano para sostener a las personas y a las bestias.

Según ese uso, bien probado en bastantes castillos alicantinos, gracias a su sistema de avisos los habitantes del lugar sabían con bastantes horas, o incluso días de antelación, la llegada de cualquier posible peligro.

 

Esa era la situación en el siglo XIII, en la época de las cabalgadas, pesadas y lentas, como lo eran todas, de jinetes como Artal de Alagón y Ramón Folch. Es decir, quienes construyeron nuestro primer castillo podían permitirse el lujo de dar un pequeño rodeo y subir sus enseres más preciados, y a los niños y a las mujeres, etc. por un lugar mejor que la difícil senda rocosa antes de que llegara un peligro del que se conocía su existencia con bastante antelación.

 

No es posible creer que por una senda como la «resbalaera» iban los moros a subir a sus mulas y resto de sus valiosos cuadrúpedos. Desde el punto de vista de la ciencia histórica no es plausible sostener que en aquellos tiempos los jinetes enemigos se precipitaban sobre los lugares por sorpresa, en cuestión de minutos… ¿Cómo explicar que, ya en la época bajomedieval o cristiana, cuando el castillo tomó el aspecto actual, podían subirse por la "resbalera" las grandes piedras y elementos necesarios para la propia construcción y mantenimiento del castillo, o incluso los armamentos y las provisiones necesarias para la guarnición? ¿Dónde está la huella, aunque fuera ligera, de tales movimientos de siglos? 

 

Cuando se trata de un Bien de Interés Cultural de la importancia que para Sax representa su castillo, resulta ridículo, e inmoral, concebir la historia como una serie de recreaciones o visiones pseudohistóricas, como si de una superficial película de Amenábar se tratara.

 

Y lo más grave es que con esa recreación basada en suposiciones inconsistentes no sólo se construye una escalinata turística —que al fin y al cabo siempre puede desmantelarse, por supuesto a costa del sufrido contribuyente—. Lo auténticamente grave es que con la propaganda se consigue que lo que no son más que figuraciones se conviertan en historia mixtificada, falsa, que contamina el acervo sajeño. Y eso va a resultar mucho más difícil de desmontar.

 

 

ANTONIO LINARES ESTEVE

 

Licenciado en Historia. Presidente de la Asociación de Estudios Sajeños entre 2001 y 2006.

Miembro fundador del Grupo de Amigos de la Historia, en 1983. Durante los años 80 colaboró con Francisco Ochoa Barceló en el estudio del registro arqueológico del castillo de Sax.

 

 

 

 

 

 

0 comentarios